viernes, 25 de diciembre de 2015
jueves, 19 de noviembre de 2015
20 años de Experiencia
Texto para nota en revista MUNDO MASCOTA (mayo 2015)
Una experiencia de 20 años con la Raza Boyero de Berna
Hace 20 años que me dedico a la cría del Boyero de Berna en nuestro país. Aunque a muchos le parezca que 20 años es poco en la evolución de una raza canina, es muchísimo para la Argentina, ya que los primeros ejemplares arribaron hace sólo unas dos décadas al país. Esos perros, afortunadamente de excelentes condiciones, fueron los que iniciaron la reproducción en nuestro medio. Por supuesto que a medida que se fue divulgando la raza, que llamaba la atención por su atractiva belleza y sus dotes de buen temperamento, se importaron nuevos ejemplares que hicieron, y siguen haciendo, su aporte genético y sanguíneo al desarrollo de la raza Boyero de Berna. Es probable que alguien haya traído con anterioridad algún Boyero del exterior, como perro de compañía, pero al no presentarlo en exposiciones, carecemos de referencias sobre los mismos. Me consta, por ejemplo, que el señor Alejandro Soldati trajo de Suiza hace más de treinta años uno de los primeros Boyeros de Berna.
Mi primer contacto con un Boyero lo viví en Suiza, cuando un enorme y hermoso perro tricolor, de una raza que desconocía, se me acercó en la plaza y se quedó a mi lado esperando una caricia. Desde que conocí el primer Boyero, me enamoré del temperamento afectuoso y del aspecto atractivo que los caracteriza. No estoy segura si yo los elegí o ellos me eligieron a mí.
Al poco tiempo, en un artículo que en el diario “La Nación” escribía regularmente el periodista Eduardo Tarnassi, me encontré con una nota sobre la raza Boyero de Berna con la dirección de la primera criadora. Así adquirí a Tomasa, la hembra que fue el inicio de mi criadero, reforzado luego con la importación de machos traídos de Alemania y Francia.
Haber logrado que la raza sea hoy relativamente bien conocida en la Argentina es la historia del esfuerzo de un grupo de entusiastas criadores y propietarios finalmente agrupados en el Club Argentino Boyero de Berna (BBCA), miembro de la Federación Cinológica Argentina, con una activa participación en el medio, organizador de las exposiciones especializadas, desarrollador de un programa de entrenamiento constante y de actualización técnica y científica, editor de la revista del Club, organizador del deporte canino del drafting, y esencialmente, promotor de la crianza responsable para la mejora permanente de la raza.
El interés mío en participar con esta nota en las páginas de “Mundo Mascota” es el de hacer llegar a los lectores algunas observaciones y recomendaciones que son el fruto de mi experiencia en la crianza del Boyero de Berna, como toda crianza canina, una sucesión de éxitos y fracasos, pero siempre con el compromiso y amor por tan maravillosa raza. Cuidar una raza es comprometerse a respetar su estándar sobre genética, salud, comportamiento, cuidados, etc. para que cada una de las personas que adquiera un Boyero de Berna pueda tener con certeza la misma experiencia personal que he tenido al acercarme a ellos.
Por estándar se entiende el compendio de parámetros de elección que una raza debe tener para asegurar la pureza y la continuidad de la misma, tanto en las características físicas como en el temperamento del perro. Todo criador responsable debe ajustarse a los requisitos del estándar de la raza. No existe el perro perfecto, pero el campeón será el que más se acerque a cumplir con las exigencias del estándar. Notablemente, cada raza es propiedad del país que le dio origen. Estos países son los que establecen el estándar que será presentado luego para su aprobación al organismo internacional. Es por eso que el estándar del Boyero de Berna ha sido elaborado por la Société Cynologique Suisse.
El punto de partida de la relación de amistad entrañable que se ha de entablar entre el amo y su Boyero es la elección del cachorro. Hay que tener presente que esa pequeña, cariñosa y divertida mascota se va ir transformando en un perro de gran envergadura que necesitará espacio para moverse y que requerirá de nuestra presencia en forma permanente. Una de las facetas más características de la raza es la de requerir la compañía humana, por lo cual no es el perro de elección para quien va a estar ausente toda una jornada de trabajo. Más que un requerimiento es una demanda. Es el perro ideal para interactuar dentro de un entorno familiar, se integra rápidamente al mismo, por lo cual se lo ve verdaderamente feliz cuando está junto a sus seres queridos. Esta particularidad lo hace a la vez un muy buen guardián de su territorio y protector de su familia.
En definitiva, cuando se está pensando en adquirir un Boyero de Berna, además de interiorizarse de las características de la raza es imprescindible preguntarse si uno mismo reúne las condiciones para ser un buen amo. En primer lugar, debe ser aceptado por todos los integrantes de la familia, grandes y chicos por igual, y todos deben actuar con la misma conducta, de manera que el cachorro reciba órdenes similares y coherentes. El Boyero es un animal inteligente y bastante manipulador, por lo que enseguida descubrirá a quien puede imponerse a su gusto, y seguro que lo hará. Recordar que requiere de compañía casi constante, alguien debe quedarse con él cuando el amo se va al trabajo. Al ser un ejemplar de tamaño considerable necesita de espacio; no es un perro para vivir en un departamento donde los limites estrechos van a conspirar contra su correcto crecimiento osteomuscular. Ya adulto, necesita por lo menos de un jardín, y si las dimensiones no son muy amplias, requerirá de paseos diarios lo suficientemente extensos para mantenerse en forma. Y quizás lo más esencial: ¿está dispuesto a hacerse responsable de la tenencia de este fiel y cariñoso amigo durante los próximos nueve o diez años, promedio de vida de la raza, atendiendo a todas sus necesidades? Él (o ella) le entregará un amor incondicional, sin pedirle nada a cambio, pero como todo ser vivo, podrá tener momentos difíciles, en los cuales usted deberá responderle con la misma lealtad y afecto que él sabe brindarle.
Decíamos que la expectativa de vida del Boyero es relativamente corta, como lo es en todas las razas de perros grandes. En este caso ronda de los nueve a los diez años, aunque en mi criadero he tenido ejemplares que alcanzaron con buena salud los doce y trece años de edad. Es por eso que soy una firme promotora de retroceder en el tiempo y buscar aquellos ejemplares que han marcado historia en nuestro país por su longevidad para poder recuperar esa genética que es tan importante para un criador responsable. La introducción de una sangre nueva en el país debe ser realizada con “plena conciencia”, conociendo bien las características genotípicas del criadero adonde se adquiere, incluida la longevidad de sus antecesores. Se puede importar un perro de raza, e incluso ganar merecidos premios, pero un criadero se torna realmente serio y responsable con la raza que promueve cuando comienza a obtener ejemplares de calidad, con estructura y temperamento acorde con el estándar, luego de un estudiado desarrollo de cruzas buscando la mejor selección posible. En estos veinte años he tenido fracasos y éxitos, entre estos, ejemplares ganadores del ranking durante varios años, campeones en exposiciones de América y el Caribe, internacionales, etc. Tratándose de una raza relativamente nueva en Argentina, la presentación de perros en exposiciones, tanto regulares como especializadas, nos permite contar con la apreciación de jueces mundialmente reconocidos, muchos de ellos con especial dedicación al Boyero de Berna. Más allá de estar orgullosa por estos triunfos, lo importante para el criadero La Tregua es insistir en marcar una tipicidad específica y característica del Boyero de Berna. Considero que siendo un perro de trabajo debe poseer una estructura anatómica importante, de buena talla, musculatura apropiada para el trabajo, cabeza destacada con stop bien acusado, y un temperamento dócil y seguro de sí mismo.
Esta necesidad de mantener y mejorar la tipicidad comentada obliga a que cuando se tiene una lechigada haya que seleccionar y conservar los mejores cachorros, que son aquellos que más se acercan al tipo ideal que se pretende. No es tarea fácil, ya que a veces, aun en una camada numerosa, no aparecen cachorros con las características correctas para asegurar la homogeneidad y el mejoramiento progresivo del criadero. La búsqueda va dirigida entonces a los ejemplares que mejor obedezcan a los criterios de estructura, colores y temperamento. El mismo criterio he adoptado al adquirir ejemplares del exterior con el objetivo de mejorar la calidad de la crianza.
La responsabilidad de un buen criador no se limita a los ejemplares de su criadero sino que se ejerce también al momento de dar servicios a perras ajenas al mismo. Es imprescindible exigir placas radiológicas que certifiquen la ausencia de displasia de caderas y codos, así como los análisis de laboratorio para descartar enfermedades infectocontagiosas. No se deben aceptar cruzas con ejemplares que no posean las características esenciales de la raza. Hay que cuidar la excelencia de la línea de sangre del criadero, lo que permite andar sobre pasos seguros y evita encontrarse con sorpresas desagradables. Afortunadamente, en la Argentina contamos con criadores de Boyeros de Berna muy responsables que han llevado a que nuestros ejemplares puedan competir a nivel internacional, obteniendo los principales reconocimientos.
La importancia de la convivencia con la madre y los hermanos en la educación del cachorro
Para obtener un perro equilibrado, de buen temperamento, sociable y obediente es necesario contar con una madre que posea esas mismas cualidades. Por esta razón, si bien tanto el macho como la hembra aportan el mismo 50 % de carga genética, es más importante una buena madre que un buen padre. El perro al nacer trae una herencia de miles de años de convivencia con el hombre que lo condiciona naturalmente a compartir el mundo, pero esta sociabilidad innata se puede perder o alterar si no se complementa con la apropiada educación que recibe de la madre y con el entrenamiento que ejerce jugando con sus hermanos de lechigada.
O sea que la primera premisa de una buena crianza canina es elegir una hembra con condiciones óptimas para ser una buena madre. La segunda es respetar el tiempo que la misma necesita para modelar el carácter de sus cachorros.
Los etólogos consideran que este tiempo de convivencia no debe ser menor de ocho semanas. Durante el mismo, la madre ejerce plenamente el papel de educadora de las conductas de sus hijos mediante un sistema de premios y castigos. Sin coartar sus avances exploratorios, va a ir corrigiendo las acciones que considera inapropiadas. A medida que la madre va disminuyendo su atención sobre los cachorros, estos enfocan su vida social hacia los hermanos. Un cachorro separado prematuramente de su madre y sus hermanos puede presentar posteriormente anomalías en sus relaciones sociales con los humanos y con otros perros.
En la formación del carácter del cachorro se suceden varias etapas. En la llamada fase neonatal (las dos primeras semanas de vida), el cachorro solo se despierta para mamar. La madre se ocupa de estimularlo con la lengua para que defeque y orine. En este período se recomienda manipular el cachorro para estimular la maduración del sistema nervioso. En la fase de transición (tercera semana de vida), abre los ojos e inicia la exploración del mundo circundante. Aparecen las conductas de juego y se independizan la micción y la defecación. Le sigue la etapa más importante, la de socialización (cuarta a duodécima semana), pues en ésta aparece el imprintingo impronta, la etapa fundamental para fijar la conducta del perro. En este período, el animal aprende a reconocer y a convivir con otros individuos de su especie y de su especie amiga, el hombre.
Para conocer el carácter del cachorro aconsejo aplicar el test de imprinting, que busca identificar al ejemplar que muestre la mejor capacidad de reconocer al hombre como su congénere y así brindarle su afecto. Se realiza entre los 30 y 40 días de edad, de manera que aún haya tiempo de corregir algún defecto, y en el mismo lugar de su nacimiento. La prueba dura unos quince minutos y debe ser realizada por una persona desconocida debidamente entrenada, quien se acercará a los cachorros caminando tranquilamente, sin hablar ni hacer gestos bruscos. Finalmente se sentará en medio de la lechigada y observará la conducta de cada uno de sus pequeños integrantes.
Las reacciones a la introducción de una persona extraña en su medio natural pueden ir desde la aceptación inmediata (los cachorros, luego de oler e inspeccionarla, la invitan a jugar) hasta actitudes negativas, como reacciones agresivas (gruñidos y ladridos) o de temor (el perro huye a esconderse o busca la protección de la madre).
Estas respuestas permiten saber si la camada ha tenido un imprinting aceptable. De ser así, se pueden seleccionar con tranquilidad aquellos ejemplares que con seguridad serán grandes compañeros. Pero tampoco debe descartarse de primeras al ejemplar que no haya demostrado condiciones de excelencia, ya que quizás suceda que el proceso del imprinting simplemente se haya atrasado. Por eso se debe repetir el test luego de una semana más de maduración. Si las respuestas siguen siendo negativas, aun habrá tiempo de tratar de corregirlas.
Por supuesto que el proceso de aceptación mutua entre el perro y el amo no termina en el test de imprinting. Continúa con la llegada al hogar, donde requerirá una atención dedicada durante las primeras semanas de convivencia. Juegos, horarios bien definidos para comer, compañía, lugar de descanso, conducta para hacer sus necesidades, etc., son tareas de aprendizaje muy importantes en ese período inicial en su nueva casa.
Seleccionando un buen ejemplar, tanto en estructura como temperamento, en un criadero responsable, tendrá un amigo entrañable y fiel que seguramente lo convertirá en un apasionado entusiasta del Boyero de Berna.
Marita Subiza
Marita Subiza
jueves, 12 de noviembre de 2015
sábado, 31 de octubre de 2015
Por Marita Subiza
La experiencia de años dedicados a la crianza responsable de perros de raza Boyeros de Berna en los últimos veinte años me ha permitido aprender mucho con respecto a la misma, con aciertos y también con errores. Por eso, en esta nota trataré de que esa experiencia ayude a aquellas personas interesadas en adquirir una mascota y que luego, ya sea porque desean simplemente tener un cachorro de su perro o bien porque quieren encarar la crianza de ejemplares con una finalidad de comercial, deciden dedicarse a la crianza. Desde ya debo adelantarles a estos últimos que criar con responsabilidad, la única forma permitida y honesta, implica invertir mucho dinero.
Como criadora de la raza Boyero de Berna desde 1996 debo confesar que realmente me mueve algo emocional. No estoy segura si yo los elegí o ellos me eligieron a mí. Desde que conocí el primer Boyero, me enamoré del temperamento afectuoso y del aspecto atractivo que los caracteriza. Como criadora de Boyero de Berna, mi objetivo es conservar y perfeccionar las virtudes de la raza tan especial: estructura robusta y armoniosa, carácter equilibrado, celoso guardián de su territorio y excelente compañero. Una vez establecidas las características generales de los ejemplares, he tratado de mantener una tipicidad dentro de mi criadero. Lograr esto lleva años de selección, buscando siempre lo mismo, perros que cumplan con su estructura y temperamento.
Para mantener la tipicidad comentada, de cada lechigada que nace en el criadero se deben seleccionar y conservar los mejores ejemplares, es decir, aquellos que más se acercan al tipo ideal que se pretende. No es tarea fácil, ya que a veces, aun en una camada numerosa, no aparecen cachorros con las características correctas para asegurar la homogeneidad y el mejoramiento progresivo del criadero. La búsqueda va dirigida entonces a los ejemplares que mejor obedezcan a los criterios de estructura, colores y temperamento. Cuando he traído ejemplares del exterior, los seleccioné con ese mismo concepto, atendiendo al tamaño de la cabeza, que debe ser importante, buenos aplomos, buenos movimientos, ojos oscuros, temperamento inmejorable, mordida excelente, sin faltas dentarias, buen implante de orejas y cola, excelente dorso, caderas y codos.
Si obtengo productos con estas características sé que voy por el buen camino en el perfeccionamiento de la raza. Para lograrlo, estudio, hago cursos, asisto a congresos y sé escuchar los consejos de criadores expertos en el exterior y de otros criadores responsables de nuestro país, así como los consejos de mi veterinario de cabecera.
Otro aspecto a tener en cuenta es ser cuidadoso al momento de dar servicios a perras ajenas al criadero. Se debe ser riguroso en la exigencia de las placas radiológicas que certifiquen la ausencia de displasia de caderas y codos, y en los análisis de laboratorio para enfermedades infectocontagiosas. De la misma manera, no se deben aceptar cruzas con ejemplares que no posean las características esenciales de la raza. Hay que cuidar la excelencia de la línea de sangre del criadero, lo que permite andar sobre pasos seguros y evita encontrarse con sorpresas desagradables. Afortunadamente, en la Argentina contamos con criadores de Boyeros de Berna muy responsables que han llevado a que nuestros ejemplares puedan competir a nivel internacional, obteniendo los principales reconocimientos.
Los 10 raglas del criador responsable
Cuidar el estado sanitario del criadero
Vigilar el estado sanitario cachorros
Limitar la cría
Elegir bien a los futuros propietarios
Fijar especialmente el temperamento
Buscar ejemplares lo más lejos posible en cuanto a línea de sangre
Hacer el seguimiento de las crías
Dar descanso de las hembras
Sociabilizar adecuadamente los cachorros
Observar el buen control veterinario
La importancia de la convivencia con la madre y los hermanos en la educación del cachorro
Para obtener un perro equilibrado, de buen temperamento, sociable y obediente es necesario contar con una madre que posea esas mismas cualidades. Por esta razón, si bien tanto el macho como la hembra aportan el mismo 50 % de carga genética, es más importante una buena madre que un buen padre. El perro al nacer trae una herencia de miles de años de convivencia con el hombre que lo condiciona naturalmente a compartir el mundo, pero esta sociabilidad innata se puede perder o alterar si no se complementa con la apropiada educación que recibe de la madre y con el entrenamiento que ejerce jugando con sus hermanos de lechigada.
O sea que la primera premisa de una buena crianza canina es elegir una hembra con condiciones óptimas para ser una buena madre. La segunda es respetar el tiempo que la misma necesita para modelar el carácter de sus cachorros.
Los etólogos consideran que este tiempo de convivencia no debe ser menor de ocho semanas. Durante el mismo, la madre ejerce plenamente el papel de educadora de las conductas de sus hijos mediante un sistema de premios y castigos. Sin coartar sus avances exploratorios, va a ir corrigiendo las acciones que considera inapropiadas. A medida que la madre va disminuyendo su atención sobre los cachorros, estos enfocan su vida social hacia los hermanos.
Un cachorro separado prematuramente de su madre y sus hermanos puede presentar posteriormente anomalías en sus relaciones sociales con los humanos y con otros perros.
Las fases en la maduración del cachorro
Los especialistas consideran que en la formación del carácter del cachorro se suceden las siguientes fases:
1. Fase neonatal: primeras dos semanas de vida, en el cual el cachorro prácticamente duerme todo el día. Solo se despierta para mamar. Defeca y orina por la estimulación lingual de la madre. En este período se recomienda manipular el cachorro para estimular la maduración del sistema nervioso.
2. Fase de transición: tercera semana de vida, ya con los ojos abiertos se inicia la exploración. Aparecen las conductas de juego. Se independizan la micción y la defecación.
3. Fase de socialización: de la cuarta a la duodécima semana, importante por la aparición del imprinting o impronta, la etapa fundamental para fijar la conducta del perro. En este período, el animal aprende a reconocer y a convivir con otros individuos de su especie y de su especia amiga, el hombre. Si se saltea esta fase, los trastornos del perro resultarán muy difíciles de corregir.
Fase juvenil: desde la decimotercera semana hasta la madurez semiércoles, 23 de septiembre de 2015
jueves, 27 de agosto de 2015
Como elegir un cachorro para nuestra familia
El test de imprinting es uno de los principales test para conocer el carácter de tu perro, sin duda, para su mejor aplicación es necesario una asesoría especializada, aunque para un amo bien informado puede ser de gran utilidad para conocer bien el carácter de su futuro mejor amigo.
Test del Imprinting
Se entiende por imprinting un proceso mental complejo que hace que el cachorro considere al hombre como un congénere y, por lo tanto, desee el contacto con él.
Edad.
Treinta-cuarenta días, si se quiere tener todavía la posibilidad de intervenir para corregir posibles resultados negativos.
Lugar.
Dada la tierna edad de los cachorros, el test sólo, puede tener lugar en el criadero o en casa del propietario de la camada.
Tiempo necesario.
Un cuarto de hora aproximadamente.
Quién realiza el test.
Cualquier persona adulta, con la condición de que sea desconocida para los cachorros.
Modo de ejecución.
Acercarse a la camada caminando tranquilamente, sin hablar ni hacer gestos bruscos.
Sentarse en medio de los cachorros y observar sus reacciones.
Respuestas:
a) Los cachorros corren inmediatamente a inspeccionar y a oler al hombre, le invitan al juego y dan muestras de confianza.
b) Los cachorros rondan interesados alrededor del hombre, pero se mantienen a una distancia de seguridad y alguno de ellos insinúa reacciones agresivas (gruñidos o ladridos).
Al cabo de unos minutos los más temerarios empiezan a acercarse y en poco tiempo todos los cachorros cogen confianza con la persona extraña.
c) Los cachorros huyen a esconderse en un rincón, visiblemente atemorizados por la presencia humana.
Resultados:
a) La camada ha tenido un imprinting excelente, se puede comprar uno de los cachorros con la certeza de que para él, el hombre será un compañero y un amigo.
b) El imprinting todavía es incompleto, puede tratarse de un ligero retraso por parte del criador a la hora de establecer una relación con los cachorros.
O bien de animales que requieran algo más de tiempo.
También puede tratarse de imprinting focalizado en una sola persona.
Es conveniente realizar una nueva prueba pasada una semana.
c) Los cachorros carecen totalmente de imprinting.
Esta situación es peligrosa porque a partir de la cuarta semana de vida se hace irreversible.
Afortunadamente, entre los treinta y cinco y los cuarenta días el daño todavía se puede remediar.
Impulsos heterófilos o de tipo altruistas.
- Apego al hombre.
- Confianza en el hombre.
- Sentido del deber.
- Sumisión.
- Docilidad.
- Espíritu de sacrificio.
- Vigilancia.
- Defensa del hombre o de sus congeneres.
Impulsos egófilos o de tipo egoísta.
- Impulso hacia el alimento.
- Impulso sexual.
- Impulso para el movimiento.
- Impulso para la lucha.
- Impulso para el juego.
- Impulso para la fuga.
- Carácter.
- Resistencia.
- Mordedura.
- Autodefensa.
Es una larga fase de aprendizaje durante la cual el cachorro adquiere el conjunto de los comportamientos necesarios para la vida en jauría. Comienza hacia las seis semanas de edad y termina arbitrariamente a los cuatro meses de edad, aproximadamente. Durante este período se pueden cometer errores de crianza y de educación que pueden comprometer la armonía y el equilibrio de la convivencia entre el amo y su compañero.
Cuando nace, el cachorro ignora a qué especie pertenece. Debe identificarse con su especie. Va a adquirir esta información mediante un aprendizaje particular, casi irreversible, que en inglés se denomina “imprinting” y que podría traducirse como “impregnación” o “identificación” con su especie. Un animal mal “impregnado” con su especie está perdido para la misma.
Es una larga fase de aprendizaje durante la cual el cachorro adquiere el conjunto de los comportamientos necesarios para la vida en jauría. Comienza hacia las seis semanas de edad y termina arbitrariamente a los cuatro meses de edad, aproximadamente. Durante este período se pueden cometer errores de crianza y de educación que pueden comprometer la armonía y el equilibrio de la convivencia entre el amo y su compañero.
Cuando nace, el cachorro ignora a qué especie pertenece. Debe identificarse con su especie. Va a adquirir esta información mediante un aprendizaje particular, casi irreversible, que en inglés se denomina “imprinting” y que podría traducirse como “impregnación” o “identificación” con su especie. Un animal mal “impregnado” con su especie está perdido para la misma.
Conocer su línea de sangre.
• Evaluar calidad de la madre y del padre. Grado de atención a los cachorros, estabilidad de carácter.
• Se buscaran cachorros que se integren en los juegos comunes, que busquen interacción con sus hermanos, madre y humanos.
• Se evaluará la autonomía e interés por explorar de cada cachorro.
• Se evaluará la resilencia de cada cachorro. Capacidad del perro de regresar a su estado anterior de equilibrio tras una experiencia que le haya afectado negativamente.
• Se evaluará la predisposición de cada cachorro al juego de presa.
• Se evaluará el estado de salud.
• Se retirará al cachorro de la madre y hermanos pasado los dos meses y medio de vida.
• Se pedirá que el cachorro cuente con el plan sanitario completo. ( VER ANEXO I )
• Se pedirá la identificación (tatuaje) y su registro en la F.C.A. del cachorro.
• Se evaluará en plan de socialización realizado por el criador.
l período de socialización del perro doméstico es un ejemplo de período sensible en el desarrollo de la conducta. En un período sensible el ambiente tiene un efecto particularmente intenso y duradero sobre el desarrollo del individuo.
Las características principales de este proceso pueden resumirse del siguiente modo:
1) El inicio del período de socialización depende del desarrollo sensorial y motor del animal; en otras palabras, la socialización empieza cuando los órganos de los sentidos son mínimamente funcionales y la coordinación motora está lo suficientemente desarrollada como para que el animal pueda explorar el entorno e interactuar con otros individuos.
2) El final del período de socialización depende de la aparición de una respuesta de miedo frente a estímulos desconocidos. Esta respuesta no aparece hasta que el cachorro tiene 5 semanas de edad, y su intensidad aumenta gradualmente desde entonces. La aparición de la respuesta de miedo hace que la tendencia del animal a explorar situaciones nuevas disminuya paulatinamente a partir de las 8 semanas de edad aproximadamente. Cuando el perro tiene entre 10 y 12 semanas de edad, la respuesta de miedo es lo suficientemente intensa como para finalizar el período sensible de socialización. El mecanismo responsable de la aparición de la respuesta de miedo no ha sido establecido con claridad, pero los trabajos realizados con otras especies sugieren que su aparición depende de la maduración de las estructuras nerviosas que controlan la respuesta de miedo. El período sensible de socialización sería por tanto el espacio de tiempo comprendido entre el inicio de la madurez sensorial y la madurez de las estructuras nerviosas que controlan la respuesta de miedo frente a situaciones nuevas. Los límites de dicho período muestran una cierta variabilidad entre razas y entre individuos de una misma raza.
3) La socialización durante el período sensible permite que el perro desarrolle una conducta social normal con relación a otros perros y, en su caso, a las personas. Dicha socialización no depende de un proceso de condicionamiento y no requiere por tanto reforzamiento positivo.
4) La recomendación práctica derivada de la existencia del período sensible de socialización es que el perro debería tener contacto con personas y con otros perros durante el período de tiempo comprendido entre las 3 y las 12 semanas, y muy especialmente entre las 5 y las 8. Existe una amplia evidencia experimental que demuestra que una socialización inadecuada aumenta muy considerablemente el riesgo de que el animal muestre posteriormente problemas de comportamiento, incluyendo miedo y/o agresividad hacia las personas o hacia otros perros.
Igualmente, es conveniente que durante el período sensible el cachorro entre en contacto con las situaciones que probablemente encontrará en
la edad adulta. Hay que tener en cuenta, según algunos autores, que la socialización con las personas depende fundamentalmente de estímulos visuales; la imagen visual de un niño es probablemente muy distinta a la de un adulto y, en consecuencia, es importante que el perro tenga contacto con unos y con otros durante el período de socialización. Aunque es difícil comprobar este extremo de forma experimental, la evidencia clínica sugiere que la falta de contacto con niños durante el período sensible puede efectivamente ser un factor de riesgo.
5) La socialización continúa siendo posible una vez finalizado el período sensible; no obstante, la propia respuesta de miedo hace que sea lenta y difícil. A la inversa, los resultados de una socialización adecuada durante el período sensible pueden disminuir muy considerablemente si el animal no tiene contacto con las personas o con otros perros durante el período juvenil.
miércoles, 12 de agosto de 2015
20 años de Experiencia
Texto para nota en revista MUNDO MASCOTA (mayo 2015)
Una experiencia de 20 años con la Raza Boyero de
Berna
Hace 20 años que
me dedico a la cría del Boyero de Berna en nuestro país. Aunque a muchos le parezca que 20 años
es poco en la evolución de una raza canina, es muchísimo para la Argentina, ya
que los primeros ejemplares arribaron hace sólo unas dos décadas al país. Esos perros, afortunadamente
de excelentes condiciones, fueron los que iniciaron
la reproducción en nuestro medio. Por supuesto que a medida que se fue
divulgando la raza, que llamaba la atención por su atractiva belleza y sus
dotes de buen temperamento, se
importaron nuevos ejemplares que hicieron, y siguen haciendo, su aporte
genético y sanguíneo al desarrollo de la raza Boyero de Berna. Es probable que
alguien haya traído con anterioridad
algún Boyero del exterior, como perro de compañía, pero al no
presentarlo en exposiciones, carecemos de referencias sobre los mismos. Me
consta, por ejemplo, que el señor Alejandro Soldati trajo de Suiza hace más de treinta años uno de
los primeros Boyeros de Berna.
Mi primer
contacto con un Boyero lo viví en Suiza, cuando un enorme y hermoso perro tricolor, de una raza
que desconocía, se me acercó en la plaza y se quedó a mi lado esperando una
caricia. Desde que conocí el primer Boyero, me enamoré del temperamento
afectuoso y del aspecto atractivo que los caracteriza. No estoy segura si yo los elegí o ellos
me eligieron a mí.
Al poco tiempo,
en un artículo que en el diario “La Nación” escribía regularmente el periodista
Eduardo Tarnassi, me encontré con una nota sobre la raza Boyero de Berna con la
dirección de la primera criadora.
Así adquirí a Tomasa, la hembra que fue el inicio de mi criadero, reforzado
luego con la importación de machos traídos de Alemania y Francia.
Haber
logrado que la raza sea hoy
relativamente bien conocida en la Argentina es la historia del esfuerzo de un
grupo de entusiastas criadores y propietarios finalmente agrupados en el Club
Argentino Boyero de Berna (BBCA), miembro de la Federación Cinológica
Argentina, con una activa participación en el medio, organizador de las
exposiciones especializadas, desarrollador de un programa de entrenamiento
constante y de actualización técnica y científica, editor de la revista del
Club, organizador del deporte canino del drafting, y esencialmente, promotor de
la crianza responsable para la mejora permanente de la raza.
El interés mío
en participar con esta nota en las
páginas de “Mundo Mascota” es el de hacer llegar a los lectores algunas
observaciones y recomendaciones que son el fruto de mi experiencia en la
crianza del Boyero de Berna, como toda crianza canina, una sucesión de éxitos y
fracasos, pero siempre con el compromiso y amor por tan maravillosa raza. Cuidar
una raza es comprometerse a respetar
su estándar sobre genética, salud,
comportamiento, cuidados, etc. para que cada una de las personas que adquiera un Boyero de Berna
pueda tener con certeza la misma experiencia personal que he tenido al acercarme
a ellos.
Por estándar se entiende el
compendio de parámetros de elección que una raza debe tener para asegurar la
pureza y la continuidad de la
misma, tanto en las características físicas como en el temperamento del
perro. Todo criador responsable
debe ajustarse a los requisitos del estándar de la raza. No existe el perro perfecto, pero el
campeón será el que más se acerque a cumplir con las exigencias del estándar.
Notablemente, cada raza es propiedad del país que le dio origen. Estos países son los que establecen el
estándar que será presentado luego para su aprobación al organismo
internacional. Es por eso que el
estándar del Boyero de Berna ha sido elaborado por la Société Cynologique Suisse.
El punto de
partida de la relación de amistad entrañable que se ha de entablar entre el amo
y su Boyero es la elección del cachorro. Hay que tener presente que esa
pequeña, cariñosa y divertida mascota
se va ir transformando en un perro de gran envergadura que necesitará
espacio para moverse y que requerirá de nuestra presencia en forma permanente. Una
de las facetas más características
de la raza es la de requerir la compañía humana, por lo cual no es el perro de
elección para quien va a estar ausente toda una jornada de trabajo. Más que un requerimiento es una
demanda. Es el perro ideal para interactuar dentro de un entorno familiar, se
integra rápidamente al mismo, por
lo cual se lo ve
verdaderamente feliz cuando
está junto a sus seres queridos. Esta particularidad lo hace a la vez un muy
buen guardián de su territorio y protector de su familia.
En definitiva,
cuando se está pensando en adquirir un Boyero de Berna, además de
interiorizarse de las características de la raza es imprescindible preguntarse
si uno mismo reúne las condiciones para ser un buen amo. En primer lugar, debe
ser aceptado por todos los integrantes de la familia, grandes y chicos por
igual, y todos deben actuar con la misma conducta, de manera que el cachorro reciba
órdenes similares y coherentes. El Boyero es un animal inteligente y bastante
manipulador, por lo que enseguida descubrirá a quien puede imponerse a su gusto,
y seguro que lo hará. Recordar que
requiere de compañía casi constante, alguien debe quedarse con él cuando el amo
se va al trabajo. Al ser un ejemplar de tamaño considerable necesita de espacio;
no es un perro para vivir en un departamento donde los limites estrechos van a
conspirar contra su correcto crecimiento osteomuscular. Ya adulto, necesita por
lo menos de un jardín, y si las dimensiones no son muy amplias, requerirá de
paseos diarios lo suficientemente extensos para mantenerse en forma. Y quizás lo más esencial: ¿está
dispuesto a hacerse responsable de la tenencia de este fiel y cariñoso amigo
durante los próximos nueve o diez años, promedio de vida de la raza, atendiendo
a todas sus necesidades? Él (o ella) le entregará un amor incondicional, sin
pedirle nada a cambio, pero como todo ser vivo, podrá tener momentos difíciles,
en los cuales usted deberá responderle con la misma lealtad y afecto que él sabe
brindarle.
Decíamos que la
expectativa de vida del Boyero es relativamente corta, como lo es en todas las razas de perros grandes. En este
caso ronda de los nueve a los diez años, aunque en mi criadero he tenido
ejemplares que alcanzaron con buena salud los doce y trece años de edad. Es por eso que soy una
firme promotora de retroceder en
el tiempo y buscar aquellos
ejemplares que han marcado historia en nuestro país por su longevidad para poder recuperar esa genética que es
tan importante para un criador
responsable. La introducción de una sangre nueva en el país debe ser realizada con “plena conciencia”, conociendo bien las
características genotípicas del criadero adonde se adquiere, incluida la
longevidad de sus antecesores. Se puede importar un perro de raza, e incluso
ganar merecidos premios, pero un criadero se torna realmente serio y
responsable con la raza que promueve cuando comienza a obtener ejemplares de
calidad, con estructura y temperamento acorde con el estándar, luego de un
estudiado desarrollo de cruzas buscando la mejor selección posible. En estos veinte años he tenido
fracasos y éxitos, entre estos, ejemplares ganadores del ranking durante varios
años, campeones en exposiciones de
América y el Caribe, internacionales, etc. Tratándose de una raza relativamente nueva en Argentina,
la presentación de perros en exposiciones, tanto regulares como especializadas,
nos permite contar con la
apreciación de jueces mundialmente reconocidos, muchos de ellos con
especial dedicación al Boyero de Berna. Más allá de estar orgullosa por estos triunfos, lo importante
para el criadero La Tregua es insistir en marcar una tipicidad específica y característica del Boyero de Berna. Considero
que siendo un perro de trabajo debe poseer una estructura anatómica importante,
de buena talla, musculatura apropiada
para el trabajo, cabeza destacada
con stop bien acusado, y un temperamento dócil y seguro de sí mismo.
Esta necesidad
de mantener y mejorar la tipicidad
comentada obliga a que cuando se tiene una lechigada haya que seleccionar y
conservar los mejores cachorros, que son aquellos que más se acercan al tipo ideal que se pretende. No
es tarea fácil, ya que a veces, aun en una camada numerosa, no aparecen
cachorros con las características correctas para asegurar la homogeneidad y el
mejoramiento progresivo del criadero. La búsqueda va dirigida entonces a los
ejemplares que mejor obedezcan a los criterios de estructura, colores y temperamento.
El mismo criterio he adoptado al adquirir ejemplares del exterior con el
objetivo de mejorar la calidad de la crianza.
La
responsabilidad de un buen criador no se limita a los ejemplares de su criadero
sino que se ejerce también al momento de dar servicios a perras ajenas al mismo.
Es imprescindible exigir placas radiológicas que certifiquen la
ausencia de displasia de caderas y codos, así como los análisis de laboratorio
para descartar enfermedades infectocontagiosas. No se deben aceptar cruzas con
ejemplares que no posean las características esenciales de la raza. Hay que cuidar la excelencia de la
línea de sangre del criadero, lo que permite andar sobre pasos seguros y evita
encontrarse con sorpresas desagradables. Afortunadamente, en la Argentina
contamos con criadores de Boyeros de Berna muy responsables que han llevado a
que nuestros ejemplares puedan competir
a nivel internacional, obteniendo los principales reconocimientos.
La importancia de la convivencia con la madre y los hermanos
en la educación del cachorro
Para obtener un
perro equilibrado, de buen temperamento, sociable y obediente es necesario
contar con una madre que posea esas mismas
cualidades. Por esta razón, si bien tanto el macho como la hembra aportan el
mismo 50 % de carga genética, es más importante una buena madre que un buen
padre. El perro al nacer trae una
herencia de miles de años de convivencia con el hombre que lo condiciona
naturalmente a compartir el mundo, pero esta sociabilidad innata se puede
perder o alterar si no se complementa con la apropiada educación que recibe de
la madre y con el entrenamiento que ejerce jugando con sus hermanos de
lechigada.
O sea que la
primera premisa de una buena crianza canina es elegir una hembra con
condiciones óptimas para ser una buena madre. La segunda es respetar el tiempo
que la misma necesita para modelar el carácter de sus cachorros.
Los etólogos
consideran que este tiempo de convivencia no debe ser menor de ocho semanas.
Durante el mismo, la madre ejerce plenamente el papel de educadora de las
conductas de sus hijos mediante un sistema de premios y castigos. Sin coartar
sus avances exploratorios, va a ir
corrigiendo las acciones que considera inapropiadas. A medida que la madre va disminuyendo su atención sobre los
cachorros, estos enfocan su vida social hacia los hermanos. Un cachorro separado prematuramente de
su madre y sus hermanos puede presentar posteriormente anomalías en sus
relaciones sociales con los humanos y con otros perros.
En la formación
del carácter del cachorro se suceden varias etapas. En la llamada fase
neonatal (las dos primeras semanas
de vida), el cachorro solo se despierta para mamar. La madre se ocupa de estimularlo con la lengua para
que defeque y orine. En este período se recomienda manipular el cachorro para
estimular la maduración del sistema nervioso. En la fase de transición (tercera
semana de vida), abre los ojos e inicia la exploración del mundo circundante. Aparecen
las conductas de juego y se independizan la micción y la defecación. Le sigue
la etapa más importante, la de socialización (cuarta a duodécima semana), pues
en ésta aparece el imprinting o
impronta, la etapa fundamental para fijar la conducta del perro. En este
período, el animal aprende a reconocer y a convivir con otros individuos de su
especie y de su especie amiga, el hombre.
Para conocer
el carácter del cachorro aconsejo aplicar el test de imprinting, que busca identificar al ejemplar que muestre
la mejor capacidad de reconocer al hombre como su congénere y así brindarle su afecto. Se realiza entre los 30 y 40 días de
edad, de manera que aún haya tiempo de corregir algún defecto, y en el mismo
lugar de su nacimiento. La prueba dura unos quince minutos y debe ser realizada
por una persona desconocida debidamente entrenada, quien se acercará a los cachorros caminando tranquilamente, sin hablar ni hacer gestos bruscos.
Finalmente se sentará en medio de la lechigada y observará la conducta de cada
uno de sus pequeños integrantes.
Las reacciones
a la introducción de una persona extraña en su medio natural pueden ir desde la
aceptación inmediata (los cachorros, luego de oler e inspeccionarla, la invitan
a jugar) hasta actitudes negativas, como reacciones agresivas (gruñidos y
ladridos) o de temor (el perro huye a esconderse o busca la protección de la
madre).
Estas
respuestas permiten saber si la camada ha tenido un imprinting aceptable. De
ser así, se pueden seleccionar con tranquilidad aquellos ejemplares que con
seguridad serán grandes compañeros. Pero tampoco debe descartarse de primeras
al ejemplar que no haya demostrado condiciones de excelencia, ya que quizás
suceda que el proceso del imprinting simplemente se haya atrasado. Por eso se debe repetir el test luego
de una semana más de maduración. Si las respuestas siguen siendo negativas, aun habrá tiempo de tratar de
corregirlas.
Por supuesto que el proceso de
aceptación mutua entre el perro y el amo no termina en el test de imprinting.
Continúa con la llegada al hogar, donde requerirá una atención dedicada durante
las primeras semanas de convivencia. Juegos, horarios bien definidos para
comer, compañía, lugar de descanso, conducta para hacer sus necesidades, etc., son tareas de aprendizaje muy
importantes en ese período inicial en su nueva casa.
Seleccionando un buen
ejemplar, tanto en estructura como temperamento, en un criadero responsable,
tendrá un amigo entrañable y fiel que seguramente lo convertirá en un
apasionado entusiasta del Boyero de Berna.
Marita Subiza
Marita Subiza
viernes, 7 de agosto de 2015
martes, 21 de julio de 2015
jueves, 25 de junio de 2015
miércoles, 8 de abril de 2015
Nota
“Perros en acción” Programa Nº 277 Bloque 1
Nota con la Sra. Marita Subiza, Directora Nacional de Exposiciones de la Federación Cinológica Argentina.
https://www.youtube.com/watch?v=5jgjPNd_CpM
Nota con la Sra. Marita Subiza, Directora Nacional de Exposiciones de la Federación Cinológica Argentina.
https://www.youtube.com/watch?v=5jgjPNd_CpM
lunes, 26 de enero de 2015
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