miércoles, 12 de agosto de 2015

20 años de Experiencia

  
Texto para nota en revista MUNDO MASCOTA (mayo 2015)
Una experiencia de 20 años con la Raza Boyero de Berna
Hace 20 años que me dedico a la cría del Boyero de Berna en nuestro país.  Aunque a muchos le parezca que 20 años es poco en la evolución de una raza canina, es muchísimo para la Argentina, ya que los primeros ejemplares arribaron hace  sólo unas dos décadas al país. Esos perros, afortunadamente de excelentes condiciones, fueron  los que iniciaron  la reproducción en nuestro medio. Por supuesto que a medida que se fue divulgando la raza, que llamaba la atención por su atractiva belleza y sus dotes de buen temperamento,  se importaron nuevos ejemplares que hicieron, y siguen haciendo, su aporte genético y sanguíneo al desarrollo de la raza Boyero de Berna. Es probable que alguien haya traído con anterioridad  algún Boyero del exterior, como perro de compañía, pero al no presentarlo en exposiciones, carecemos de referencias sobre los mismos. Me consta, por ejemplo, que el señor Alejandro Soldati trajo de  Suiza hace más de treinta años uno de los primeros Boyeros de Berna.  
Mi primer contacto con un Boyero lo viví en  Suiza, cuando un enorme y hermoso perro tricolor, de una raza que desconocía, se me acercó en la plaza y se quedó a mi lado esperando una caricia. Desde que conocí el primer Boyero, me enamoré del temperamento afectuoso y del aspecto atractivo que los caracteriza.  No estoy segura si yo los elegí o ellos me eligieron a mí.
Al poco tiempo, en un artículo que en el diario “La Nación” escribía regularmente el periodista Eduardo Tarnassi, me encontré con una nota sobre la raza Boyero de Berna con la dirección de la  primera criadora. Así adquirí a Tomasa, la hembra que fue el inicio de mi criadero, reforzado luego con la importación de machos traídos de Alemania y Francia. 
Haber logrado  que la raza sea hoy relativamente bien conocida en la Argentina es la historia del esfuerzo de un grupo de entusiastas criadores y propietarios finalmente agrupados en el Club Argentino Boyero de Berna (BBCA), miembro de la Federación Cinológica Argentina, con una activa participación en el medio, organizador de las exposiciones especializadas, desarrollador de un programa de entrenamiento constante y de actualización técnica y científica, editor de la revista del Club, organizador del deporte canino del drafting, y esencialmente, promotor de la crianza responsable para la mejora permanente de la raza. 
El interés mío en participar con  esta nota en las páginas de “Mundo Mascota” es el de hacer llegar a los lectores algunas observaciones y recomendaciones que son el fruto de mi experiencia en la crianza del Boyero de Berna, como toda crianza canina, una sucesión de éxitos y fracasos, pero siempre con el compromiso y amor por tan maravillosa raza. Cuidar una raza es comprometerse  a respetar  su estándar sobre genética, salud, comportamiento, cuidados, etc.  para que cada una de las personas que adquiera un Boyero de Berna pueda tener con certeza la misma experiencia personal que he tenido al acercarme a ellos.
Por estándar se entiende el compendio de parámetros de elección que una raza debe tener para asegurar la pureza y la continuidad de la  misma, tanto en las características físicas como en el temperamento del perro.  Todo criador responsable debe ajustarse a los requisitos del estándar de la raza.  No existe el perro perfecto, pero el campeón será el que más se acerque a cumplir con las exigencias del estándar. Notablemente, cada raza es propiedad del país que le dio origen.  Estos países son los que establecen el estándar que será presentado luego para su aprobación al organismo internacional.  Es por eso que el estándar del Boyero de Berna ha sido elaborado por  la Société Cynologique Suisse.
El punto de partida de la relación de amistad entrañable que se ha de entablar entre el amo y su Boyero es la elección del cachorro. Hay que tener presente que esa pequeña, cariñosa y divertida mascota  se va ir transformando en un perro de gran envergadura que necesitará espacio para moverse y que requerirá de nuestra presencia en forma permanente. Una de las facetas  más características de la raza es la de requerir la compañía humana, por lo cual no es el perro de elección para quien va a estar ausente toda una jornada de trabajo.  Más que un requerimiento es una demanda. Es el perro ideal para interactuar dentro de un entorno familiar, se integra rápidamente al mismo,  por lo cual se lo  ve verdaderamente   feliz cuando está junto a sus seres queridos. Esta particularidad lo hace a la vez un muy buen guardián de su territorio y protector de su familia.
En definitiva, cuando se está pensando en adquirir un Boyero de Berna, además de interiorizarse de las características de la raza es imprescindible preguntarse si uno mismo reúne las condiciones para ser un buen amo. En primer lugar, debe ser aceptado por todos los integrantes de la familia, grandes y chicos por igual, y todos deben actuar con la misma conducta, de manera que el cachorro reciba órdenes similares y coherentes. El Boyero es un animal inteligente y bastante manipulador, por lo que enseguida descubrirá a quien puede imponerse a su gusto, y seguro que lo hará.  Recordar que requiere de compañía casi constante, alguien debe quedarse con él cuando el amo se va al trabajo. Al ser un ejemplar de tamaño considerable necesita de espacio; no es un perro para vivir en un departamento donde los limites estrechos van a conspirar contra su correcto crecimiento osteomuscular. Ya adulto, necesita por lo menos de un jardín, y si las dimensiones no son muy amplias, requerirá de paseos diarios lo suficientemente extensos para mantenerse en forma.  Y quizás lo más esencial: ¿está dispuesto a hacerse responsable de la tenencia de este fiel y cariñoso amigo durante los próximos nueve o diez años, promedio de vida de la raza, atendiendo a todas sus necesidades? Él (o ella) le entregará un amor incondicional, sin pedirle nada a cambio, pero como todo ser vivo, podrá tener momentos difíciles, en los cuales usted deberá responderle con la misma lealtad y afecto que él sabe brindarle. 
Decíamos que la expectativa de vida del Boyero es relativamente corta, como lo es en todas  las razas de perros grandes. En este caso ronda de los nueve a los diez años, aunque en mi criadero he tenido ejemplares que alcanzaron con buena salud los doce y trece años de edad.    Es por eso que soy una firme  promotora de retroceder en el tiempo y buscar aquellos  ejemplares que han marcado historia en nuestro país por  su longevidad  para poder recuperar esa genética que es tan  importante para un criador responsable. La introducción de una sangre nueva en el país debe ser   realizada con “plena conciencia”, conociendo bien las características genotípicas del criadero adonde se adquiere, incluida la longevidad de sus antecesores. Se puede importar un perro de raza, e incluso ganar merecidos premios, pero un criadero se torna realmente serio y responsable con la raza que promueve cuando comienza a obtener ejemplares de calidad, con estructura y temperamento acorde con el estándar, luego de un estudiado desarrollo de cruzas buscando la mejor selección posible.   En estos veinte años he tenido fracasos y éxitos, entre estos, ejemplares ganadores del ranking durante varios  años, campeones en exposiciones de América y el Caribe, internacionales, etc. Tratándose de una  raza relativamente nueva en Argentina, la presentación de perros en exposiciones, tanto regulares como especializadas, nos permite contar con la  apreciación de jueces mundialmente reconocidos, muchos de ellos con especial dedicación al Boyero de Berna.  Más allá de estar orgullosa por estos triunfos, lo importante para el criadero La Tregua es insistir en marcar una  tipicidad específica y característica del Boyero de Berna. Considero que siendo un perro de trabajo debe poseer una estructura anatómica importante, de buena talla, musculatura apropiada  para el trabajo, cabeza  destacada con stop bien acusado, y un temperamento dócil  y seguro de sí mismo.
Esta necesidad de mantener y  mejorar la tipicidad comentada obliga a que cuando se tiene una lechigada haya que seleccionar y conservar los mejores cachorros, que son  aquellos que más se acercan al tipo ideal que se pretende. No es tarea fácil, ya que a veces, aun en una camada numerosa, no aparecen cachorros con las características correctas para asegurar la homogeneidad y el mejoramiento progresivo del criadero. La búsqueda va dirigida entonces a los ejemplares que mejor obedezcan a los criterios de estructura, colores y temperamento. El mismo criterio he adoptado al adquirir ejemplares del exterior con el objetivo de mejorar la calidad de la crianza.
La responsabilidad de un buen criador no se limita a los ejemplares de su criadero sino que se ejerce también al momento de dar servicios a perras ajenas al mismo.  Es imprescindible exigir  placas radiológicas que certifiquen la ausencia de displasia de caderas y codos, así como los análisis de laboratorio para descartar enfermedades infectocontagiosas. No se deben aceptar cruzas con ejemplares que no posean las características esenciales de la raza.  Hay que cuidar la excelencia de la línea de sangre del criadero, lo que permite andar sobre pasos seguros y evita encontrarse con sorpresas desagradables. Afortunadamente, en la Argentina contamos con criadores de Boyeros de Berna muy responsables que han llevado a que nuestros ejemplares puedan competir  a nivel internacional, obteniendo los principales reconocimientos. 
La importancia de la convivencia con la madre y los hermanos en la educación del cachorro
Para obtener un perro equilibrado, de buen temperamento, sociable y obediente es necesario contar con una madre que posea esas mismas cualidades. Por esta razón, si bien tanto el macho como la hembra aportan el mismo 50 % de carga genética, es más importante una buena madre que un buen padre.  El perro al nacer trae una herencia de miles de años de convivencia con el hombre que lo condiciona naturalmente a compartir el mundo, pero esta sociabilidad innata se puede perder o alterar si no se complementa con la apropiada educación que recibe de la madre y con el entrenamiento que ejerce jugando con sus hermanos de lechigada.
O sea que la primera premisa de una buena crianza canina es elegir una hembra con condiciones óptimas para ser una buena madre. La segunda es respetar el tiempo que la misma necesita para modelar el carácter de sus cachorros.
Los etólogos consideran que este tiempo de convivencia no debe ser menor de ocho semanas. Durante el mismo, la madre ejerce plenamente el papel de educadora de las conductas de sus hijos mediante un sistema de premios y castigos. Sin coartar sus avances  exploratorios, va a ir corrigiendo las acciones que considera inapropiadas.  A medida que la madre va disminuyendo su atención sobre los cachorros, estos enfocan su vida social hacia los hermanos.  Un cachorro separado prematuramente de su madre y sus hermanos puede presentar posteriormente anomalías en sus relaciones sociales con los humanos y con otros perros.
En la formación del carácter del cachorro se suceden varias etapas. En la llamada fase neonatal  (las dos primeras semanas de vida), el cachorro solo se despierta para mamar. La madre se  ocupa de estimularlo con la lengua para que defeque y orine. En este período se recomienda manipular el cachorro para estimular la maduración del sistema nervioso. En la fase de transición (tercera semana de vida), abre los ojos e inicia la exploración del mundo circundante. Aparecen las conductas de juego y se independizan la micción y la defecación. Le sigue la etapa más importante, la de socialización (cuarta a duodécima semana), pues en ésta aparece el imprinting o impronta, la etapa fundamental para fijar la conducta del perro. En este período, el animal aprende a reconocer y a convivir con otros individuos de su especie y de su especie amiga, el hombre.    
Para conocer el carácter del cachorro aconsejo aplicar el test de imprinting, que busca identificar al ejemplar que muestre la mejor capacidad de reconocer al hombre como su  congénere y así brindarle su afecto.  Se realiza entre los 30 y 40 días de edad, de manera que aún haya tiempo de corregir algún defecto, y en el mismo lugar de su nacimiento. La prueba dura unos quince minutos y debe ser realizada por una persona desconocida debidamente entrenada, quien se acercará a los  cachorros  caminando tranquilamente, sin hablar ni hacer gestos bruscos. Finalmente se sentará en medio de la lechigada y observará la conducta de cada uno de sus pequeños integrantes.
Las reacciones a la introducción de una persona extraña en su medio natural pueden ir desde la aceptación inmediata (los cachorros, luego de oler e inspeccionarla, la invitan a jugar) hasta actitudes negativas, como reacciones agresivas (gruñidos y ladridos) o de temor (el perro huye a esconderse o busca la protección de la madre).
Estas respuestas permiten saber si la camada ha tenido un imprinting aceptable. De ser así, se pueden seleccionar con tranquilidad aquellos ejemplares que con seguridad serán grandes compañeros. Pero tampoco debe descartarse de primeras al ejemplar que no haya demostrado condiciones de excelencia, ya que quizás suceda que el proceso del imprinting simplemente se haya atrasado.  Por eso se debe repetir el test luego de una semana más de maduración. Si las respuestas  siguen siendo negativas, aun habrá tiempo de tratar de corregirlas.
 Por supuesto que el proceso de aceptación mutua entre el perro y el amo no termina en el test de imprinting. Continúa con la llegada al hogar, donde requerirá una atención dedicada durante las primeras semanas de convivencia. Juegos, horarios bien definidos para comer, compañía, lugar de descanso, conducta para hacer sus necesidades, etc.,  son tareas de aprendizaje muy importantes en ese período inicial en su nueva casa.

Seleccionando un buen ejemplar, tanto en estructura como temperamento, en un criadero responsable, tendrá un amigo entrañable y fiel que seguramente lo convertirá en un apasionado entusiasta del Boyero de Berna.

Marita Subiza

No hay comentarios:

Publicar un comentario