Por Marita Subiza
La experiencia de años dedicados a la crianza
responsable de perros de raza Boyeros
de Berna en los últimos veinte años
me ha permitido aprender mucho con respecto a la misma, con aciertos y
también con errores. Por eso, en esta nota trataré de que esa experiencia ayude a aquellas personas interesadas en
adquirir una mascota y que luego, ya sea porque desean simplemente tener un
cachorro de su perro o bien porque
quieren encarar la crianza de ejemplares con una finalidad de comercial,
deciden dedicarse a la crianza. Desde ya debo adelantarles a estos últimos que criar con responsabilidad, la única
forma permitida y honesta, implica invertir mucho dinero.
Como criadora de la raza Boyero de Berna desde
1996 debo confesar que realmente me mueve algo emocional. No estoy segura si yo
los elegí o ellos me eligieron a mí. Desde que conocí el primer Boyero, me
enamoré del temperamento afectuoso y del aspecto atractivo que los
caracteriza. Como criadora de
Boyero de Berna, mi objetivo es conservar y perfeccionar las virtudes de la
raza tan especial: estructura robusta y armoniosa, carácter equilibrado, celoso
guardián de su territorio y excelente compañero. Una vez establecidas las
características generales de los ejemplares, he tratado de mantener una
tipicidad dentro de mi criadero. Lograr esto lleva años de selección, buscando
siempre lo mismo, perros que cumplan con su estructura y temperamento.
Para mantener la tipicidad comentada, de cada
lechigada que nace en el criadero se deben seleccionar y conservar los mejores
ejemplares, es decir, aquellos que más se acercan al tipo ideal que se
pretende. No es tarea fácil, ya que a veces, aun en una camada numerosa, no
aparecen cachorros con las características correctas para asegurar la
homogeneidad y el mejoramiento progresivo del criadero. La búsqueda va dirigida
entonces a los ejemplares que mejor obedezcan a los criterios de estructura,
colores y temperamento. Cuando he
traído ejemplares del exterior, los seleccioné con ese mismo concepto,
atendiendo al tamaño de la cabeza,
que debe ser importante, buenos
aplomos, buenos movimientos, ojos oscuros, temperamento inmejorable,
mordida excelente, sin faltas
dentarias, buen implante de orejas y cola, excelente dorso, caderas y codos.
Si
obtengo productos con estas características sé que voy por el buen
camino en el perfeccionamiento de la raza. Para lograrlo, estudio, hago cursos,
asisto a congresos y sé escuchar los consejos de criadores expertos en el
exterior y de otros criadores responsables de nuestro país, así como los
consejos de mi veterinario de cabecera.
Otro aspecto a tener en cuenta es ser
cuidadoso al momento de dar servicios a perras ajenas al criadero. Se debe ser
riguroso en la exigencia de las placas radiológicas que certifiquen la ausencia
de displasia de caderas y codos, y en los análisis de laboratorio para
enfermedades infectocontagiosas. De la misma manera, no se deben aceptar cruzas
con ejemplares que no posean las características esenciales de la raza. Hay que cuidar la excelencia de la
línea de sangre del criadero, lo que permite andar sobre pasos seguros y evita
encontrarse con sorpresas desagradables. Afortunadamente, en la Argentina
contamos con criadores de Boyeros de Berna muy responsables que han llevado a
que nuestros ejemplares puedan competir
a nivel internacional, obteniendo los principales reconocimientos.
Los 10 raglas
del criador responsable
Cuidar el estado sanitario del criadero
Vigilar el estado sanitario cachorros
Limitar la cría
Elegir bien a los futuros propietarios
Fijar especialmente el temperamento
Buscar ejemplares lo más lejos posible en cuanto
a línea de sangre
Hacer el seguimiento de las crías
Dar descanso de las hembras
Sociabilizar adecuadamente los cachorros
Observar el buen control veterinario
La
importancia de la convivencia con la madre y los hermanos en la educación del
cachorro
Para obtener un perro equilibrado, de buen
temperamento, sociable y obediente es necesario contar con una madre que
posea esas mismas cualidades. Por esta razón, si bien tanto el macho como la
hembra aportan el mismo 50 % de carga genética, es más importante una buena
madre que un buen padre. El perro
al nacer trae una herencia de miles de años de convivencia con el hombre que lo
condiciona naturalmente a compartir el mundo, pero esta sociabilidad innata se
puede perder o alterar si no se complementa con la apropiada educación que
recibe de la madre y con el entrenamiento que ejerce jugando con sus hermanos
de lechigada.
O sea que la primera premisa de una buena
crianza canina es elegir una hembra con condiciones óptimas para ser una buena
madre. La segunda es respetar el tiempo que la misma necesita para modelar el
carácter de sus cachorros.
Los etólogos consideran que este tiempo de
convivencia no debe ser menor de ocho semanas. Durante el mismo, la madre
ejerce plenamente el papel de educadora de las conductas de sus hijos mediante
un sistema de premios y castigos. Sin coartar sus avances exploratorios, va a ir corrigiendo las
acciones que considera inapropiadas.
A medida que la madre va disminuyendo su atención sobre los cachorros,
estos enfocan su vida social hacia los hermanos.
Un cachorro separado prematuramente de su
madre y sus hermanos puede presentar posteriormente anomalías en sus relaciones
sociales con los humanos y con otros perros.
Las fases
en la maduración del cachorro
Los especialistas consideran que en la
formación del carácter del cachorro se suceden las siguientes fases:
1. Fase neonatal: primeras dos semanas de vida, en el cual el cachorro
prácticamente duerme todo el día. Solo se despierta para mamar. Defeca y orina
por la estimulación lingual de la madre. En este período se recomienda
manipular el cachorro para estimular la maduración del sistema nervioso.
2. Fase de transición: tercera semana de vida, ya con los ojos abiertos se
inicia la exploración. Aparecen las conductas de juego. Se independizan la
micción y la defecación.
3. Fase de socialización: de la cuarta a la duodécima semana, importante
por la aparición del imprinting o
impronta, la etapa fundamental para fijar la conducta del perro. En este
período, el animal aprende a reconocer y a convivir con otros individuos de su
especie y de su especia amiga, el hombre.
Si se saltea esta fase, los trastornos del perro resultarán muy
difíciles de corregir.
Fase juvenil: desde la decimotercera semana hasta la madurez
se